Este ya es el tercer libro que leo de este autor. En esta novela, Louise, la protagonista, debe volver a la casa de sus padres luego de que estos murieran de forma repentina en un accidente automovilístico. Su hermano Mark, con el que no se lleva nada bien, le da la noticia con cero tacto. Al volver a su hogar de infancia las discusiones entre Louise y su hermano no se detienen: cómo va a ser el funeral, si van a deshacerse o no de las cosas de sus padres, el testamento, todo. Finalmente Mark, quien recibe la casa de sus padres, decide que lo mejor es venderla y darle una parte de las ganancias a su hermana.
La casa está bastante descuidada y al entrar a ella se entra a un mundo extraño, ya que la mamá de ambos era titiritera y adoraba los muñecos, por lo que la casa está llena a rebozar de estos ¿hay algo más horrible que eso? Especialmente unos muñecos que su madres adoraba y a los que nombró tal como sus hijos (Yo lo encuentro horrible ¿y ustedes?).
Louise saca a varios muñecos de las casa, especialmente aquellos que más detestaba, pero de alguna forma aparecen nuevamente. Siempre cree que es su hermano quien los vuelve a colocar, pero luego empieza a dudar ¿qué es lo que realmente está pasando en esa casa? ¿Es su mente que le juega en contra o hay algo demoniaco dando vueltas por ahí? Desde este punto en adelante la novela se empieza a mover más rápido, con algunos capítulo con bastante gore y sangre. Los personajes son interesantes, especialmente los hermanos. Hay mucho de humor negro que relaja la parte sangrienta, que como en algunas películas de terror puede ser un poco exagerada. Como lectora debo reconocer que me entretuve bastante con esta parte, porque hubo giros que no me esperaba y me sorprendieron positivamente. Encontré que el libro era bastante entretenido. Para quienes tienen una imaginación muy activa y no les gusta la sangre, puede ser que algunas partes sean muy gráficas, pero aparte de eso, una novela muy recomendable.
Mi calificación es 4/5 estrellas
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